El arte de la cocina requiere vocación, esfuerzo y constancia, acompañados del conocimiento y comprensión de las bases fundamentales. Y por supuesto una excelente materia prima, unos fogones...
Pero sin lugar a dudas, lo verdaderamente necesario para una adecuada evolución en este campo es el sentido común, el respeto a los orígenes y las tradiciones.
Creo que para conocer este campo más acertadamente habría que remontarse a los orígenes, a las raíces mismas de cada región, teniendo en cuenta también los "factores circunstanciales"; el clima, las influencias de otras culturas que a lo largo de los siglos nos han ido marcando, etc... Ya que estamos en un país marcado por excelencia, tanto por la diversidad cultural como por sus diferentes climas, los cuales a su vez han desencadenado el desarrollo de los diferentes métodos de manipular las materias primas; hay tantos como regiones. Los adobos, escabeches, el ahumado en los lugares más húmedos, los curados en los ambientes más secos. Sin dejar atrás elaboraciones como los vinos, las sidras, los cavas... Nos damos cuenta de que el desarrollo y evolución de nuestra gastronomía han sido, desde sus comienzos, marcados y condicionados por la necesidad de adaptación en cada momento de nuestra historia.
CÓRDOBA
Allá por el año 900 más o menos, Córdoba era considerada la capital del mundo.
La primera ciudad de Al-Ándalus.
Hoy en día, es uno de los grandes patrimonios de la humanidad; La verdad es que yo personalmente la considero mágica.
Aquí proseguí con mis andanzas por el mundillo de la cocina. Trabajé en varios
hoteles y restaurantes e hice muy buenas amistades, y por supuesto tuve la oportunidad de conocer un poco su gastronomía, tradicional y esencial donde las haya.
He aquí un claro ejemplo en el que podemos apreciar los matices y métodos que diferencian la gastronomía andaluza con la de otras regiones.
Es una cocina más ligera, condicionada en parte por el clima más seco y caluroso, y donde predominan entre otros el uso del aceite. (Andalucía es la principal productora de aceite del mundo).
Observamos también la presencia de algunas especias como el comino, muy utilizado para retocar ensaladas y gazpachos o los anises (matalahúga), utilizados en repostería frita, como los famosos "pestiños".
También debo mencionar los tesoros de la serranía, inigualables; la carne de venado, el jabalí, los productos del cerdo como los jamones, la presa ibérica, el secreto ibérico, mollejas...
Es una cocina, donde los productos de casquería siempre han tenido un papel muy importante, como el conocido rabo de toro, los callos, las manitas de cerdo...
En abril-mayo, comienzan las fiestas que rondan la semana santa, muy arraigadas por esta zona y con ellas la temporada de caracoles.
Y en verano, los pescaditos fritos, el gazpacho, el salmorejo... En fin, es toda una gozada.
SALMOREJO:
RECETA: Maceramos el día anterior unos 200gr de pan troceado,(o unos cinco bollos), junto con un diente de ajo, 1kg de tomates muy maduros, 200gr de aceite de oliva no muy fuerte, de 0´4º aproximadamente, 2gr de vinagre de jerez, 2gr de sal y un chorrito de agua. Lo reservamos en la nevera hasta el día siguiente que lo trituraremos todo bien. Seguidamente lo colamos.
Esta crema fría, se suele acompañar con un poco de huevo cocido picado por encima y unos taquitos de jamón ibérico.
GAZPACHO:
RECETA: Maceramos el día anterior unos 200gr de pan troceado,(o unos cinco bollos), junto con un diente de ajo, 1/2kg de tomates muy maduros, 300gr de aceite de oliva no
muy fuerte, de 0´4º aproximadamente, 2gr de vinagre de jerez, 20gr de pimiento verde, 30gr de pepino, sal, una pizca de cominos, y unos 400gr de agua. Lo reservamos en la nevera hasta el día siguiente que lo trituraremos todo bien. Seguidamente lo colamos y lo montamos con un poco más de aceite.
Esta sopa fría, se suele acompañar con unos taquitos de tomate y pimiento cortados a cuchillo.
RABO DE TORO:
RECETA: Se cortan los dos rabos de toro por las coyunturas, se salpimientan y se enharinan. Después se dora la carne en una hoya con aceite de oliva 0´4 bien caliente, cuando esté se retira la carne de la hoya y se añade la verdura picada: 6 dientes de ajo, dos cebollas, dos zanahorias, dos puerros y algo de apio en rama si se quiere, se rehoga bien y se añade 1/2 litro de tomate triturado, dos cucharadas de pimentón dulce y media de colorante o azafrán, se deja unos minutos que sofría el tomate removiendo de vez en cuando y se vuelve a incorporar la carne cubriéndola con unos 3 litros de vino tinto y agua hasta que lo cubra todo, se le pone una rama de canela y se deja guisar por espacio de tres a cuatro horas, hasta que la carne se despegue del hueso. Cuando esté se rectifica de sazonamiento, se tritura y cuela la salsa. Se sirve en cazuela acompañado de patatas fritas o panaderas, la salsa por encima.
GIJÓN (Asturias)
Nací y me crié en esta villa asturiana. Aquí empecé a dar mis primeros pasos, y creo que también en la cocina. Ya a la corta edad de cinco años andaba abrazado a los pies de mi madre o de mi tía con una asombrosa curiosidad por ver casi a diario como encendían aquellas cocinas de placa y arandelas, de observar como, con paciencia y cariño, preparaban elaboraciones típicas de esta tierra. Rosquillas, frixuelos, arroz con leche requemado, la fabada, erizos de mar, llampares, andaricas...Y los fines de semana, en un pueblo cercano, mi tía encargaba el día anterior la leche de vaca recién ordeñada.
Eran otros tiempos, en los que paseando y jugando por las playas, entre las rocas siempre se podían encontrar bígaros, mejillones, cangrejos, erizos... y cuando la marea estaba baja, en la desembocadura del río piles abundaban pequeñas truchas y anguilas.
Al otro lado de la villa, en unos pequeños acantilados, pulpos y percebes...
En los pueblos cercanos abundan los caseríos, donde siempre nos podremos permitir el lujo de degustar una cocina muy variada y bastante consistente como los guisos, las calderetas, las parrilladas de pescado y marisco, los quesos y embutidos...A la vez que contemplamos sus extensos montes, los frondosos bosques de eucaliptos y valles dignos de investigación, repletos de leyendas e historias místicas. A veces sienta bien poder perderse pretenciosamente en un entorno como este que inevitablemente nos otorgará un incomprensible sentimiento mágico, despertando y agudizando nuestros sentidos.
FABADA ASTURIANA:
RECETA: En primer lugar lavamos en agua 2kg de fabes de la granja y las ponemos en remojo el día anterior junto con los 200gr de lacón, 200gr de tocino ibérico y 200gr de panceta o careta de cerdo. Al día siguiente con el mismo agua se añaden 3 chorizos asturianos y 3 morcillas asturianas, azafrán en hebra, 1 cebolla, unas ramitas de perejil y sazonamos, debe quedar todo cubierto de agua. Coceremos a fuego muy lento durante unas dos horas removiendo de cuando en cuando con delicadeza y añadiendo agua para que no se sequen demasiado. Es recomendable hacerlas de un día para otro para que todos los elementos maceren realzando el sabor único de este guiso que particularmente considero el estandarte de la gastronomía asturiana.
ARROZ CON LECHE REQUEMADO:
RECETA: Lo primero que haremos es escaldar 300gr de arroz "bomba", hasta que arranque a hervir, después lo pasaremos por agua fría con la ayuda de un colador
para eliminar parte del almidón. Seguidamente pondremos el arroz en una cacerola junto con 300gr de azúcar, una rama de canela, 2gr de cáscara de limón, 2gr de cáscara de naranja, 5 o 6 vallas de enebro (ginebras), y tres litros de leche. Lo pondremos todo a fuego lento removiendo hasta que valla espesando. Debe quedar cremoso. Justo antes de que esté listo retiramos las especias, la canela, y las cáscaras de limón y naranja. Lo servimos en plato o cuenco de barro. También, si le damos algo más de consistencia, y lo vertimos sobre un molde untado con mantequilla en el fondo y reservamos en nevera; al día siguiente lo calentaremos un poco y podremos desmoldarlo como si de un flan se tratara, lo cortaremos en cuadrados y caramelizaremos con azúcar y la ayuda de un soplete de cocina o el típico quemador.
CREMA CUAJADA DE NÉCORAS:
RECETA: En una cazuela pondremos unos 200gr de aceite de oliva, 2 dientes de ajos pelados, 150gr de puerro limpio y picado, 150gr de zanahoria pelada y picada, y 150gr de cebolla picada. Lo sofreímos todo unos 5 minutos. Después incorporamos 1 y 1/5kg de nécoras y seguiremos sofriendo otros 8 o 10 minutos. Seguidamente añadimos una cucharada sopera de pimentón dulce, 200gr de tomate frito, 100gr de brandy y reducimos unos instantes removiéndolo un poco. Finalmente incorporamos 1 litro y medio de agua, añadimos sal y pimienta al punto y dejaremos cocer por espacio de unos 20 minutos, tras lo cual trituramos todo hasta que nos quede bien fino, lo colamos. Quedará como resultado una salsa que mezclaremos con 500gr de nata y cinco huevos por cada litro de esta salsa, rectificando de sal y pimienta. Disponemos 50gr de esta mezcla en cada cuenco de barro o tacita. Los colocaremos en una fuente al baño maría y hornearemos a 80º unos 25 minutos hasta que cuajen.
RODABALLO A LA SIDRA CON MENESTRA DE VERDURAS:
RECETA:(para 6 personas). Extraemos los filetes del rodaballo y los cortamos en raciones, los sazonamos y marcamos en la plancha o sartén antiadherente con un poco de aceite por la parte de la piel a fuego medio. A continuación comprobamos que la piel esté dorada y le damos la vuelta colocando los lomos con la piel hacia arriba para marcarlos un poco por la parte de la carne, cuando quede al punto deseado lo reservamos.
En la misma sartén salteamos también los langostinos. Para la menestra, ponemos un poco de aceite de oliva, cuando esté caliente añadimos 5 dientes de ajo bien picados y 100gr de cebolla también picada y lo doramos, después incorporamos los 100gr de espárragos trigueros cortados en trocitos de 1cm, 100gr de judías redondas cortadas en trocitos de 1cm y los 100gr de guisantes, y lo salteamos un poco. Espolvoreamos con 30gr de harina moviéndolo para que se disuelva bien.
Seguidamente rehogamos con 500gr de sidra natural Asturiana y 200gr de caldo de pescado,(que habremos elaborado con anterioridad cociendo las espinas y restos de pescado y después hemos colado). Reducimos todo unos cinco minutos rectificando el
punto de sal, para finalmente añadir los 50gr de jamón cortado en taquitos.
Introducimos los lomos de rodaballo y los langostinos para calentarlos en la salsa y
seguidamente se sirve salseado con la menestra y un langostino por ración.
TENERIFE (canarias)
Elegantemente distantes, están las siete islas que componen el archipiélago canario. Allí viví durante varios años y la verdad creo que son fascinantes.
La forma de vida, su cultura y sus misterios cambiaron totalmente mi punto de vista, dejando a un lado la torpeza de pensar que solo son para estar unos días de vacaciones.
Es sencillamente otra manera de vivir, con un clima tropical muy estable y propicio que ha dado lugar a poder albergar tan determinados y variados tipos de frutas como el guayabo, el plátano, la papaya...
Poseen una gastronomía muy propia, que a su vez refleja su sencillez y en la que, en algunos casos, se puede observar una notoria mezcla de tendencias debido al ir y venir de las gentes de Venezuela y otras zonas de Latinoamérica, África y España.
Podemos encontrar especies autóctonas de la mar como el mero canario, la langosta, o la vieja. Diferentes denominaciones de origen de vinos, gran variedad de quesos e incluso una miel muy curiosa que se extrae de un tipo de palmera, la miel de palma.
Entre las elaboraciones más conocidas están los mojos, las papas arrugadas, el puchero canario, conejo en salmorejo, escaldón de gofio, el almogrote, quesillo canario...
Es un paraíso en el que ni un solo día se hace rutinario.
BACALAO CON MOJOS Y PAPEL DE PATATA:
RECETA: Se confita la trancha de bacalao en un aceite de ajos que habremos preparado previamente friendo unos dientes de ajo en aceite de oliva 0´4. En una cazuela se pone el bacalao y se cubre con este aceite y se confita a 65º unos 8 a 10 mnts dependiendo del tamaño del pescado, cuando esté se saca y se escurre en papel absorbente. Seguidamente se hace un sofrito de pimientos y cebolla cortados en juliana: 1/2 pimiento rojo, 1/2 pimiento verde y 1/2 cebolla, cuando la verdura esté sofrita se le añaden 100gr de tomate frito y se rehoga un poco más, esto se pone debajo de la trancha del bacalao a la hora de emplatarlo, después se salsea con los mojos y se decora con el papel de patata.
Para la salsa de mojo rojo (una variación), pondremos en el vaso de la túrmix o termomix 1 diente de ajo, 100gr de aceite de oliva 0´4, 25gr de pulpa de pimiento choricero, 10gr de vinagre de jerez, sal, 5gr de cominos, 50gr de agua y trituramos hasta que nos quede fino.
Para la salsa de mojo verde (una variación), procederemos igual que la anterior pero con 100gr de aceite de oliva 0´4, 20gr de cilantro fresco, 10gr de vinagre de jerez, sal, 10gr de aguacate y 50gr de agua, trituramos de la misma forma.
Para el papel de patata coceremos una patata de tamaño medio pelada y cortada en trozos junto con un diente de ajo, cuando esté pondremos la patata y el ajo en el vaso de la termomix o túrmix y lo trituraremos añadiendo el agua de la cocción hasta que nos quede cremoso, extendemos la crema de patata sobre una lámina antiadherente y lo dejamos secar en el horno a unos 70º hasta que quede una lámina seca y crujiente que después cortaremos en trozos y freiremos en un aceite tibio con la ayuda de unas pinzas, escurrimos las láminas en papel absorbente, les pondremos un poco de sal y completaremos el plato.
SAN SEBASTIÁN
Fue uno de mis momentos más decisivos, y un gran paso para poder seguir adquiriendo conocimientos y formarme no solo a nivel profesional sino también personal, de hecho marcó bastante mi trayectoria. Ya tenía buenas referencias sobre esta ciudad, una de las más representativas de país vasco, tanto por su belleza como por su gastronomía; así que decidí establecerme una temporada, concretamente en lasarte a unos cinco minutos de San Sebastián trabajando unos años en el restaurante del cocinero Martín Berasategui, para mí un gran maestro por el cual siempre he sentido gran admiración; una combinación perfecta entre la cocina tradicional y vanguardista, uno de los mejores exponentes de la cocina vasca.
Desde mi punto de vista la considero una cocina ancestral y de profundas raíces, desde la que podemos encontrar un buen punto de referencia a la hora de abarcar cualquier campo, bien sea charcutería, pastelería, guisos, asados, etc...
Es una gastronomía con muy buenos productos, buenos vinos, quesos, carnes, pescados, marisco...lo tiene todo.
BACALAO A LA VIZCAINA CON SU PIL-PIL:
RECETA:(para 6 personas). En una cazuela ponemos 200gr de aceite de oliva junto con 10dientes de ajo pelados a fuego lento, esperamos que comiencen a dorarse e incorporamos los 600gr de cebolla, 100gr de pimiento verde, 100gr de zanahoria y 100gr de puerro, todo ello picado en dados, no hace falta que sean muy pequeños. Lo dejaremos pochar lentamente por espacio de 1h y media, (se le puede añadir un trocito de jamón ibérico). Una vez contemplemos que la verdura está caramelizada y que a tomado un tono marrón, le incorporamos 200gr de tomate natural triturado y 150gr de pan troceado rehogándolo bien a medida que le vamos añadiendo 250gr de vino blanco y 150gr de brandy dejando que reduzca otra media hora. Incorporamos 100gr de pulpa de pimientos choriceros,(se puede adquirir en cualquier establecimiento envasada), y unos 700gr de caldo de pescado,(que habremos elaborado con anterioridad cociendo espinas y restos de pescados y después hemos colado), lo dejamos todo hervir lentamente otros 30 o 40 minutos, tras lo cual retiramos el trozo de jamón si lo hemos puesto, lo trituramos todo y después lo colamos, lo pondremos de nuevo en la cazuela calentando la salsa para que vuelva a asentarse y tome un tono rojizo brillante, finalmente lo rectificamos de sal al gusto.
PARA EL BACALAO Y EL PIL-PIL: En una sartén pondremos 1 litro de aceite de oliva 0´4º
de acidez junto con 10 dientes de ajo a fuego lento hasta que se doren, para que el aceite tome su sabor. Seguidamente retiramos los ajos dejando que el aceite se enfríe un poco. Incorporamos los 6 lomos de bacalao con la piel hacia arriba,(el aceite debe cubrirlos por completo), y lo dejaremos confitar unos 8 minutos a 65º de
temperatura, podremos comprobar que están cuando la piel quede algo gelatinosa y se pueda romper fácilmente, entonces los retiramos y reservamos.
A continuación extraemos parte del aceite que nos quedó en la sartén con la ayuda de un cucharón, dejando a partes iguales con la gelatina que contemplaremos en el fondo
resultante del confitado. Lo subimos a unos 50º o hasta que esté tibio,(temperatura óptima para hacer la emulsión). pondremos esta mezcla en un cuenco más estrecho y lo trituramos hasta que toma apariencia homogénea. Si queremos espesar algo más este pil-pil le añadiremos un poco más de aceite como si de una mayonesa se tratara.
Calentaremos los lomos de bacalao junto con la vizcaína y lo servimos salseando el pil-pil por encima.
VENTRESCA DE ATÚN SOBRE PIPERRADA VASCA Y CORTEZA DE MARISCO:
RECETA: Parrillamos la ventresca en una sartén con aceite de oliva 0´4 bien caliente, la salpimentamos y doramos por ambos lados cuidando de no pasarle el punto, a de quedarnos poco hecha para que no pierda la jugosidad y nos quede seca. Para la piperada pondremos en una cazuela 1/2 cebolla cortada en juliana, 2 dientes de ajo picados, 1/2 pimiento rojo y 1/2 verde cortados en juliana y lo pochamos bien, una vez esté le añadiremos 100gr de tomate frito y rehogamos un poco más, salpimentamos. Colocaremos la ventresca fileteada sobre la piperrada y decoramos con la corteza de marisco. Para la corteza coceremos 200gr de arroz unos 20 a 25mnts que se pase un poco, con la ayuda de un colador lo enjuagamos con agua y lo escurrimos, lo vertemos en un vaso de túrmix o termomix y le añadiremos 10gr de fumet de marisco que habremos preparado con antelación y trituramos hasta que nos quede una crema espesa, añadiremos más líquido si hiciera falta. Extendemos la crema sobre una lámina antiadherente y lo secamos en el horno a unos 70º hasta que se seque y resulte una lámina crujiente que después cortaremos en trozos y freiremos en aceite muy caliente para que se hinche el arroz, salpimentamos y escurrimos sobre papel, colocaremos la corteza en un lado del plato de forma estética.
VALENCIA
Es una ciudad donde lo antiguo y lo moderno se fusionan a la perfección, estando en constante evolución en todos los sentidos. Posee un folclore, costumbres y gastronomía tan importantes e imprescindibles que han llegado a formar uno de los sellos más identificativos de nuestro país. ¿Quién no conoce las fallas o la paella?.
Pero si profundizamos más, nos damos cuenta de que esta imagen no se difumina solamente en estos dos conceptos y nos vamos dando cuenta del amplio universo de matices que podemos encontrar aquí y que de alguna manera podemos utilizar como complemento, en mi caso, en el sentido gastronómico.
Es una región con muchos productos autóctonos gracias a su clima húmedo, suave y constante.
Entre otros podemos encontrar un arroz de alta calidad, las chufas con las cuales se elabora la conocida horchata, naranjas por supuesto, calabaza, y especies como la "baqueta", que es una clase de caracol muy utilizado en las paellas, las anguilas o la llisa, de aguas dulces, el cordero de viver, en fin podría estar escribiendo un largo rato...
Entre las elaboraciones más tradicionales, han llamado mucho mi atención el "all y pebre" de anguilas, el "esgarraet" de pimientos con bacalao, o el "arnadí" de boniato o calabaza. Y por supuesto los arroces tan ricos y variados.
PAELLA VALENCIANA:
RECETA: En una paellera para 10 personas, doramos con 100gr de aceite de oliva, un pollo y un
conejo limpios, troceados y sazonados. Cuando la carne esté un poco dorada, añadimos 3 dientes de ajo muy picaditos y dejamos dorar un poco más, luego incorporamos 250gr de judías o bachoquetas, 250gr de alubia de garrofón y 250gr de caracoles ya limpios y preparados (en temporada). Lo sofreímos todo hasta que la verdura esté también dorada. Seguidamente agregamos 2 cucharadas soperas de pimentón dulce y 200gr de pulpa de tomate rallado muy maduro, lo dejaremos unos instantes moviéndolo para que se haga el tomate, tras lo cual añadimos 1kg de arroz bomba, una carterilla de azafrán en hebra y lo mezclamos todo bien. Incorporamos los 2 litros de caldo,(que habremos elaborado con anterioridad cociendo los huesos y despojos del pollo y el conejo y luego colándolo), las 4 alcachofas limpias y cortadas en cuartos (en temporada), y repartimos todos los ingredientes de manera uniforme con la ayuda de una paleta, rectificamos de sal, y finalmente le añadimos 2 o 3 ramitas de romero dejándolo todo hervir lentamente unos 12 minutos aproximadamente hasta que el arroz esté seco. (El fuego no debe ser demasiado fuerte y preferiblemente se utiliza un fogón supletorio especial para paellas). Cuando el arroz está casi listo, se puede tapar por encima con otra paellera del mismo tamaño o también con papel de aluminio, dejándolo reposar unos 5 minutos más, y de esta forma conseguiremos que el calor se reparta también por la superficie terminando de hacer todo el grano con mayor uniformidad.
ARROZ AL HORNO:
RECETA: Doramos previamente 1kg de costillas de cerdo troceadas y salpimentadas, 1/4kg de longanizas y 1/4kg de morcillas, junto con 1 cabeza de ajos simplemente cortada en dos. Ponemos todo esto en una fuente de horno que tenga suficiente capacidad. A continuación incorporamos 300gr de patata cortada en trozos, 125gr de garbanzos previamente cocidos, 1kg de arroz bomba,1 tomate en rodajas, 1 carterilla de azafrán en hebra, 1 cucharada sopera de pimentón dulce, y 2 litros de agua o mejor caldo de ave. Lo mezclamos todo repartiéndolo bien y rectificamos de sal y pimienta. Por ultimo lo pondremos en el horno a 180º unos 45 minutos.
PAELLA DE ARROZ NEGRO:
RECETA: En una paellera para 10 personas, doramos con 100gr de aceite de oliva, 500gr de calamar limpio y troceado, 500gr de cola de rape troceada y 350gr de gamba o langostinos pelados, todo sazonado. Cuando esté dorado, le añadimos 3 dientes de ajo bien picados y dejamos que sofría para seguidamente añadir 2 cucharadas de pimentón dulce y a continuación unos 200gr de pulpa de tomate rallado, removemos unos instantes para que se haga el tomate y acto seguido incorporamos 1kg de arroz bomba y
1 cucharada de colorante. Le incorporamos 2 litros caldo de pescado,(que habremos elaborado con anterioridad cociendo espinas y restos de pescados y después hemos colado), en este caldo habremos disuelto previamente 50gr de tinta de calamar. Repartimos todos los ingredientes de manera uniforme rectificando el punto de sal.
Lo dejaremos hervir lentamente unos 12 minutos aproximadamente hasta que el arroz esté seco. (El fuego no debe ser demasiado fuerte y preferiblemente se utiliza un
fogón supletorio especial para paellas). Cuando el arroz está casi listo, se puede tapar por encima con otra paellera del mismo tamaño o también con papel de aluminio, dejándolo reposar unos 5 minutos más, y de esta forma conseguiremos que el calor se reparta también por la superficie terminando de hacer todo el grano con mayor uniformidad.
FIDEUÁ:
RECETA: En una paellera para 10 personas, doramos con 100gr de aceite de oliva, 500gr de calamar limpio y troceado, 500gr de cola de rape cortada en trozos de unos 2cm, y 350gr de colas de langostinos pelados, todo sazonado. Cuando esté dorado le añadimos 3 dientes de ajo picados y unos 25gr de cebolla bien picada dejándolo todo un poco más, para después agregar 2 cucharadas de pimentón dulce, 1 cucharada de colorante, y acto seguido los 200gr de tomate rallado. Removemos unos instantes hasta que se sofría el tomate e incorporamos 1kg de fideuá mezclando bien todos los ingredientes y a continuación 1,750gr de caldo de pescado,(que habremos elaborado con anterioridad cociendo espinas y restos de pescados y después hemos colado). Con la ayuda de una paleta repartimos todo de manera uniforme por la paellera, rectificamos el punto de sal y lo dejamos hervir por espacio de 12mn hasta que los fideos queden prácticamente secos.
(El fuego no debe ser demasiado fuerte y preferiblemente se utiliza un fogón supletorio especial para paellas). Cuando la fideuá está casi lista, se puede tapar por encima con otra paellera del mismo tamaño o también con papel de aluminio, dejándola reposar unos 5 minutos más, y de esta forma conseguiremos que el calor se reparta también por la superficie terminando de hacer todo el conjunto con mayor uniformidad.
ARROZ DE "FESOLS Y NAPS":
RECETA: En un puchero marcamos con 100gr de aceite de oliva, 400gr de careta de cerdo limpia y cortada en trozos de 2cm, 400gr de magro de cerdo y 300gr de tocino cortados de la misma forma y 300gr de longanizas. Seguidamente incorporamos unos 3 litros de agua, sazonamos y añadiremos entonces los 400gr de judías blancas,(que habremos puesto en remojo el día anterior), 300gr de cardo limpio,(también puesto en remojo para quitarles el posible amargor), y unos 8 nabos pelados y cortados en trozos no muy pequeños. Lo dejamos todo a fuego lento, cuando comience la ebullición añadiremos 2 carterillas de azafrán y dejaremos todo 1h y 1/2 aproximadamente.
Cuando esté todo echo y tierno incorporamos 1kg de arroz bomba y finalmente los 30gr de morcillas pequeñas,(las morcillas al final para evitar que se rompan), rectificamos el punto de sal y herviremos otros 20 minutos hasta que el arroz esté listo.
LEÓN
Histórica, de raíces profundas y esencial, como su gastronomía; de costumbres ancestrales donde las haya. Ese es el mayor distintivo de la cocina castellano leonesa... Sus guisos a base de productos cuya preparación artesanal se remonta a épocas de los romanos, incluso anteriores, sin apenas haber sufrido modificaciones en su forma de elaboración. Desde las típicas matanzas en los San Martiños a los métodos de curación, marinados, adobos, salazones. Es una región donde la magia se degusta y nos muestra unos matices que han permanecido inalterables en el tiempo y en la que sin lugar a dudas se ha cuidado la tradición en su estado más puro.
SOPA DE AJO A LA CASTELLANA:
RECETA: En una cazuela ponemos unos 60 ml de aceite 0´4, donde doraremos los 8-10 dientes de ajo fileteados. Acto seguido incorporamos las 8 rebanadas de pan tostado y lo mareamos un poco junto con el ajo, añadimos 2 o 3 cucharaditas de pimentón dulce o mitad picante y rehogamos sin que se nos queme. Incorporamos 100gr de jamón serrano y seguidamente 1´5 a 2lt de agua o caldo de ave, salpimentamos al gusto. Lo dejamos cocer a fuego bajo y le incorporamos los 6 huevos para que escalfen unos 5mnts. La sopa no debe llegar a hervir. Servimos 6 raciones.
ENTRECALLADO:
RECETA: Entre otras carnes, podemos utilizar lengua de ternera, costilla de chivo o cabrito, oreja de cerdo o codillo, chorizo, morcilla... Ponemos las carnes una noche en remojo y al día siguiente las colocamos en una olla a presión, incorporamos un hueso de jamón, los embutidos y cubrimos con agua. Coceremos durante una hora aprox, cuando la destapemos retiramos el embutido y miramos el punto de las carnes y el sazonamiento. Serviremos regado con un poco del caldo de cocción y ensalada a parte. Algunas de las carnes como la oreja de cerdo se pueden poner adobadas o curadas.
BOTILLO:
Es uno de los platos más representativos del Bierzo, una especie de embutido compuesto por costilla de cerdo principalmente, a los que se añade lengua, paleta, carrillera y otras partes del animal. Todo esto se trocea, se adoba y embute en en ciego o intestino grueso, también adobado en sal, ajo, pimentón y especias como el orégano. Después se ahúma durante al menos un día con madera de roble o encina y se procede al secado durante unos 10 días para eliminar la humedad. Hoy en día se puede encontrar en cualquier carnicería de León, ya preparado.
RECETA: Ponemos el botillo en una cazuela y lo cubrimos con agua para después cocerlo a fuego lento durante un par de horas. Unos treinta minutos antes de terminar la cocción incorporamos la berza o repollo, el chorizo y las patatas peladas cortadas en trozos grandes. Cuando esté todo cocido se dispone en una bandeja y se sirve el relleno junto con las patatas, la verdura y el chorizo. Con el caldo resultante podemos hacer una sopa de fideos para acompañar este manjar.
Un bohemio sucumbe al entusiasmo hechizante que siente hacia un cuadro que parece estar encantado y acaba desbordando sus sentidos... Una extraña fuerza inspira a un periodista y escritor arrastrándolo a través de argumentos que después suceden realmente, tal y como los ha detallado en sus relatos... Un chiquillo suele ver a una extraña mujer en casa de su abuelo cuando le visita los fines de semana junto a su familia, una mujer que no existe realmente... Un hombre es detenido, le acusan de un crimen que no recuerda y le llevan a unas instalaciones donde le someten a una serie de interrogatorios y experimentos que le sumergen en las circunstancias más surrealistas... Os relato la experiencia de Edgar durante un experimento que realizó con el fin de dar fundamento a su tesis; tras inducirse a sí mismo "la muerte clínica", viaja por los recovecos de un mundo paralelo donde tiene unas vivencias extraordinarias... Un guardia de seguridad se encuentra con lo inverosímil durante su turno de noche en una exposición de aparatos de tortura... Mario tiene la capacidad de ver más allá y nos relata uno de sus casos más peculiares, en él nos cuenta la historia de una niña que ya no pertenece a este mundo... Javier se pierde en una de las etapas del "Camino de Santiago" y aparece en un pueblo enigmático donde tiene una serie de experiencias inauditas y se encuentra con un extraño individuo que, para su sorpresa, al salir del pueblo descubre que había fallecido cuarenta años atrás.
Esta es la sinopsis de varios de los trece relatos que forman mi segunda novela, algunos de ellos basados en casos reales, donde se mezclan el terror, el suspense y la ficción a partes iguales. Espero que sean de vuestro agrado y despierten en vosotros la misma fascinación que sentí yo mismo al escribirlos.
EL CUADRO DE ANDER: (primer relato de 13 ventanas hacia el otro lado).
El cuadro de Ander
Aquella fría mañana de enero,
como casi todas las mañanas, Ander efectuaba su acostumbrado
recorrido por el casco viejo de la ciudad de San Sebastián. Hizo una
breve parada en la veterana taberna y como siempre pidió un café,
un cruasán, y el diario. Exactamente treinta minutos después, tras
comprobar la hora, se levantó del taburete y salió del local
dirigiéndose calle abajo en dirección a la facultad, donde
trabajaba en mantenimiento.
La espesa bruma matinal ocultaba
el fondo del antiguo paseo, todavía inmerso en un profundo estado de
silencio y quietud; aquel entorno ancestral, carente de bullicio a
esas horas tan tempranas, le insinuó un presente ambiguo donde, en
su ensimismamiento, imaginó haber retrocedido varios siglos atrás...
Al entrar en la plaza de La Constitución se detuvo un momento y oteó
a ambos lados adivinando la silueta de algún espectro madrugador
como él precipitándose entre los arcos de piedra con suma rapidez
por llegar a su destino y guarecerse del cortante frío. Por inercia
volvió a mirar su reloj, y un golpe de decisión le hizo desviarse
de su ruta, una vez más…, atravesó la plaza con sigilo y se
detuvo delante del escaparate para observarlo detenidamente... No
pudo evitar concederse aquel instante que prácticamente se había
convertido en algo rutinario. Para él era una imagen sublime,
hipnótica. Sentía cierta envidia y admiración por el autor que
había logrado plasmar aquel espejismo en el lienzo..., era la imagen
perfecta, su sueño, casi materializado. Se preguntaba qué ciudad
sería aquella, y quién sería el afortunado que la retratara, que
hubiese contemplado aquel paraje con sus propios ojos... Deseaba
poseer el cuadro, pero su precio era desorbitante, un lujo que se le
ofrecía demasiado caro.
A veces incluso se le pasó por
la cabeza la tentación de hacer lo deshonesto, pero aquella obra no
se lo merecía, sería una falta de respeto, hacia la obra y hacia sí
mismo. Tendría que ganársela con honradez triunfante si algún día
quería disfrutarla con total plenitud. En el fondo sentía un gran
respeto por el arte, de hecho, él mismo era un poco bohemio; había
pintado varios cuadros y escrito algunos fragmentos de poesía en un
vano desvelo por sumarse al gremio artístico, pero su conflicto
perpetuo con la cruda realidad le desorientaba y terminaba
desquiciado. Su breve intento de sublevación, como en tantas otras
ocasiones, acababa en el último cajón de la mesita... «El cajón
de recuerdos olvidados», o en el viejo baúl... «El baúl de sueños
fallidos», de imágenes deseadas, pero sin vida propia; no veía en
ellas el resplandor que anhelaba, por más que lo intentó nunca
consiguió reflejarlo. Le aplastaba, le asfixiaba no poder evadirse
por unos instantes de este mundo tan enloquecido, y el tenue hilo de
inspiración siempre se le escapaba dejándolo en la estacada y
nuevamente a la deriva. ¡Cuántas veces había maldecido para sus
adentros! Sentía fobia a intentarlo de nuevo, no se atrevía, temía
otro fracaso y sabía de sobra que no podría soportarlo de nuevo.
Resignado y encriptado en sus pensamientos se metió las manos en los
bolsillos y continuó su camino, un día más.
Y otro día, y otro..., y así
pasaron los meses. Temía que uno de esos días llegara el momento
fatal, pero sabía que tarde o temprano algún caprichoso decidiría
llevárselo, y a no mucho tardar.
Le
arrebataría aquellos breves instantes placenteros... El cuadro tenía
que ser suyo, sí, no podía dejar escapar esa oportunidad, no le iba
a ocurrir de nuevo; no permitiría que los achaques del destino se
interpusieran de nuevo eclipsando su pasión. Esa representación de
la que se había enamorado, ese momento inefable en el tiempo debía
de ser suyo, a toda costa, tenía que poseerlo. Ya estaba cansado de
observarlo tras un escaparate, quería acariciarlo, contemplarlo
cuando a él le apeteciera. Lo soñaba cada vez con mayor obsesión
colgado en la pared de su austera habitación, frente a su cama...,
poder admirarlo cada mañana y cada atardecer, perdiéndose en sus
matices.
No pudiendo contener su ilusión
por más tiempo una mañana lo decidió en un soplo de arrebato...
«Aunque sea lo último que haga en esta vida», sentenció para sí
mismo, ensimismado y frunciendo el entrecejo, como si el resto del
mundo hubiese desaparecido ante su mirada, perdida en aquella
expectativa... Fue al banco y retiró la cantidad requerida.
Sus pasos armoniosos denotaban
su convicción. Sentía ese cosquilleo de ansiedad en el vientre y el
corazón le latía frenéticamente.
«¿Y si se lo han llevado, por
mera coincidencia? No, imposible, lo vi ayer mismo. Estará ahí,
como siempre, esperándome, no me cabe la menor duda», deliberaba
lleno de regocijo e impaciencia, obsesivo. Sí, por fin había tomado
la gran decisión, estaba eufórico..., sintió deseos de arrancar en
una desbocada carrera cuando divisó los arcos de la plaza al final
de la calle... Apresuró el paso hasta que se situó frente al
escaparate y lo admiró una vez más, desde el otro lado.
Cuando entró en la tienda de
antigüedades le costó articular las primeras palabras, se quedó
plantado en el sitio, boquiabierto. Observó a su alrededor, seducido
por aquel maravilloso momento y absorto ante la atmósfera ancestral
que evocaban todos aquellos objetos y artilugios, cada uno con su
historia, con su leyenda; relojes de pared, espejos, muebles y
utensilios de otro tiempo, una máquina de escribir, libros...
Finalmente su atención se centró en el escaparate..., se acercó
lentamente y acarició el marco dorado de la obra experimentando en
su interior un estallido de entusiasmo y frenesí.
Vigiló con cierta dosis de
recelo al anciano menudo mientras hacía los pliegues en el grueso
papel y envolvía el cuadro como si tal cosa, rogando para sus
adentros que lo hiciera con la mayor atención. Concluidos los
trámites se dirigió calle abajo, extasiado, con su trofeo bajo el
brazo y sintiendo un placer infinito. Caminaba sonriente deseando
llegar a su casa para poder admirarlo a sus anchas con total
privacidad. Por fin era suyo, todo suyo, se lo merecía.
Al llegar fue directo al salón,
lo colocó sobre la mesa cuidadosamente y lo desenvolvió con
paciencia. La perplejidad lo mantuvo paralizado unos segundos..., ahí
estaba, todavía sobre el lecho de papel, casi tuvo miedo de tocarlo.
Después de quitarse la gabardina remangó su jersey y se acercó
prudentemente para observarlo, anonadado. Paseó las temblorosas
yemas de sus dedos con suma delicadeza por su superficie apreciando
los relieves de sus trazos y degustó su magnificencia, su esplendor.
Aquel paisaje nocturno, aquella ciudad a orillas del mar, perfilada
por la claridad de la luna llena. Los barcos atracados en la pequeña
dársena, el reloj de la torre marcando las doce en punto, los
carruajes, las casas y los diminutos personajes paseando por las
viejas y estrechas calles adoquinadas..., el escenario de otra época.
Parecía una imagen congelada, un instante, un segundo arrebatado al
tiempo y encerrado para siempre en aquel lienzo; un sueño que desde
aquel momento le pertenecía.
Rebuscó en el cajón del
escritorio, cogió la lupa y se acercó a la pintura, aproximó la
lente y graduó la distancia. Los trazos estaban definidos con una
exuberante precisión, hasta en los más nimios detalles. Algunos de
los personajes llevaban paraguas y, aunque en el cielo resplandecía
la luna llena, sí que se adivinaban algunas nubes asediando el
oscuro firmamento. Al fondo, tras la ciudad, se ocultaban varias
estructuras montañosas entre la negrura celeste.
«Dios..., hasta se puede
apreciar el blanquecino halo lunar», susurró, impresionado ante
aquella asombrosa nitidez. Volvió a reparar en los personajes, en
sus antiguas vestimentas..., incluso pudo distinguir los rasgos de la
carita de la niña que paseaba junto a sus padres. Dos hombres en la
entrada de un establecimiento desviaban sus miradas hacia una hermosa
mujer vestida de blanco que pasaba por delante con talante altanero.
Cerca de la dársena, un grupo de chiquillos lanzaban piedras a las
oscuras aguas, estas se ondulaban en un sosegado oleaje manteniendo
una mágica conjunción con el resplandeciente reflejo astral.
Aquella misma tarde la imagen se
lucía esplendorosa en la pared de su habitación. Pasó varias horas
contemplándola, recostado en su cama, embebido en sus reflexiones.
Rehusó volver a fumar en aquel entorno por miedo a dañar la
profunda nitidez de la obra.
«¿Quién habrá sido el
autor?», se preguntó, como en tantas otras ocasiones, sin mayor
pista que una simple rúbrica en la esquina derecha del lienzo que
apenas se dejaba notar entre la tonalidad de colores. En el momento
que adquirió el cuadro no dudó en consultar al anticuario, pero
este no le supo responder con total claridad. Un día simplemente se
lo empeñaron a un módico precio y no volvió a saber nada más del
extraño anónimo; recalcó lo de extraño por sus modos, el tipo
parecía algo angustiado, nervioso. Desde un principio advirtió su
calidad, y tras una suerte de regateos finalmente llegaron a un
acuerdo, de eso había transcurrido un año más o menos, que era el
plazo que habían acordado para, en el caso de no volver a por él,
poder ponerlo en venta, y así lo hizo.
Cada noche lo admiraba antes de
apagar la luz, y poco a poco se fue acostumbrando a verlo allí, en
sus innumerables veladas, haciéndole compañía mientras leía algún
libro. De cuando en cuando desviaba la mirada quedándose absorto por
unos instantes, medio hechizado. Se desprendía de sí mismo y el
tiempo transcurría sin que se diera cuenta, perdía toda noción...,
simplemente lo contemplaba atentamente logrando evadirse de la
realidad. No se cansaba de fantasear, de imaginarse él mismo dentro
de aquel paisaje nocturno, bello, misterioso y a la vez tenebroso. En
ocasiones sentía que tuviera vida propia; cuando tenía la vista
cansada creía notar como si los personajes hubieran cobrado vida,
como si se movieran... Percibía cómo interactuaban... La mujer
seguía caminando, con su talante altanero. Los carruajes se
deslizaban calle abajo, la niña se balanceaba entre sus padres
agarrada a sus manos, y los chiquillos correteaban mientras arrojaban
piedras a las oscuras aguas, que se alborotaban meciendo el reflejo
de la luna... Pero una noche algo le inquietó, en aquel instante
dejó de jugar a cansarse la vista y vislumbrar fantasías con la
imaginación. Se recostó suavemente sobre la cama y observó muy
detenidamente..., la torre, el reloj..., las dos agujas del reloj
estaban un poco separadas, o eso le pareció, señalaban las doce y
cinco exactamente. Dudó unos segundos, se frotó los parpados y
volvió a mirar el cuadro..., la imponente torre, las agujas del
reloj... Los pelos se le pusieron de punta mientras sus mudos labios
murmuraron: «Imposible, no... No es posible. ¿Qué diablos está
pasando aquí?».
Al acercarse un poco más reparó
en otro pequeño detalle..., la niña no estaba en el lugar de
siempre, se encontraba un poco más desplazada, junto a la
barandilla. Sus padres parecían hacer el gesto de llamarla, pero
ella aparentaba estar distraída observando algo, como si mirara
hacia el cuadro desde el otro lado..., como si le mirase a él... Se
apresuró en buscar la lupa, corrió hacia el salón medio despistado
y cuando regresó a su habitación la encontró encima de la mesita
de noche, se puso frente a la imagen y escrutó muy detenidamente.
Para su sorpresa lo encontró todo normal, todo estaba como siempre;
la niña se columpiaba agarrada a las manos de sus padres, y el reloj
marcaba las doce en punto. Aturdido y perplejo suspiró en un segundo
reparador, dejó que la ansiedad saliera de su pecho y volvió a
comprobarlo para asegurarse. No supo qué pensar e intentó buscar
una explicación razonable. «¿Una alucinación pasajera? Tal vez»,
concluyó.
Llevaba un tiempo notando algo
extraño, incluso tuvo sueños con vivencias dentro de aquel paraje
nocturno. Soñaba que se encontraba allí, paseándose por aquella
ciudad adoquinada, entre aquellos personajes pintorescos, entre
aquellos antiguos edificios a orillas del mar..., y con la mujer
vestida de blanco, que a veces creía vislumbrar a los pies de su
cama... Su imagen se le antojaba demasiado real pues la veía justo
al despertarse. La figura blanquecina permanecía frente a él unos
instantes hasta que se desvanecía como el sueño, dejándolo con la
incógnita.
También comenzó a tener
pesadillas, cada vez más angustiosas, por las que cada noche se
despertaba de un sobresalto empapado en un sudor frío, desesperado.
En ellas veía cómo extrañas formas oscuras salían del cuadro y se
deslizaban a su alrededor hasta detenerse a ambos lados de la cama al
amparo de una espesa niebla que flotaba por toda la estancia. La
claridad de la luna llena también penetraba a través de aquella
ventana sobrenatural. Poco a poco las formas se le iban acercando y
de golpe se abalanzaban sobre él agarrándolo e intentando
arrastrarle mientras pataleaba desesperadamente para liberarse de sus
garras. Devorado por el terror suplicaba a aquellos entes sin rostro
que lo soltaran y lo dejaran en paz. Finalmente, los extraños seres
regresaban a su mundo emitiendo leves murmullos y se disolvían en
las oscuras aguas, justo en el lugar donde caían las piedras que
lanzaban los chiquillos.
Varias semanas después le
volvió a suceder... Tras el sobresalto, creyendo haber despertado de
la pesadilla fue a la cocina a beber un poco de agua, después volvió
a recostarse sobre la cama permaneciendo ensimismado unos instantes,
evaluando la situación, lo que le estaba ocurriendo. Justo cuando
estaba a punto de apagar la luz miró hacia el cuadro, entonces algo
llamó su atención... Observó atentamente, sin pestañear..., el
grupo de niños que correteaban y se acercaban al muelle, desde donde
lanzaban piedras al mar... Sus movimientos eran casi insignificantes,
le resultó algo turbador ver aquellos diminutos cuerpecillos
titilando de un lado a otro. También notó el tenue balanceo de las
oscuras aguas, y de nuevo un escalofrío recorrió todo su cuerpo
cuando reparó en el reloj... Cogió la lupa de la mesita y se
aproximó al lienzo..., esta vez las agujas señalaban la una en
punto. Sintió los latidos de su corazón en las sienes, la
respiración se le entrecortaba. Quería pensar que aquello no estaba
sucediendo realmente, que se encontraba en otra de sus pesadillas y
de un momento a otro despertaría. Examinó un poco más abajo, hacia
la niña, que ya no estaba en su lugar, de hecho, no estaba. Buscó
con la lupa, rastreó cada centímetro de la pintura y después
volvió a colocar la lente sobre sus padres, que curiosamente
parecían mirar hacia el cuadro desde el otro lado..., como si le
observaran a él mismo.
«Esto es demasiado», balbuceó
mientras frotó sus ojos con fuerza, aquello le pareció surrealista.
Observando de cerca la imagen parecía congelada, aunque mantenía
los cambios, todos excepto uno..., el reloj de la torre marcaba la
una y cinco... El corazón le dio otro acelerón y su respiración se
detuvo por completo. Un pequeño mareo le zarandeó de súbito, pero
logró sobreponerse ante aquel descabellado y macabro espejismo.
Volvió a comprobarlo, y de nuevo sintió que se le comprimía el
pecho, la niña seguía sin estar... En ese momento escuchó un ruido
extraño que le sobresaltó, se volvió a su derecha y lo que vio le
hizo proferir un grito de horror... Allí, justo a su lado, en la
entrada de la habitación..., sonriéndole con su carita angelical.
Ander cerró los ojos fuertemente y al abrirlos la siniestra
aparición se confirmó, para su espanto. La pequeña dio un pasito
hacia adelante y otro hacia atrás..., otro adelante y otro hacia
atrás..., como jugueteando. Soltó una pequeña risita y se mantuvo
quieta unos instantes, después ladeó levemente la cabeza frunciendo
el entrecejo en un gesto interrogativo…, poco a poco su expresión
se fue volviendo más siniestra... Ander se quedó petrificado y los
ojos se le pusieron como platos ante aquella aparente ilusión. De
repente la niña se le abalanzó extendiendo sus brazos y él
retrocedió mientras forcejeó en un vano intento por apartarse de
aquel espectro que pareció entrar en su cuerpo.
«¡Dios!», vociferó al
despertar de la pesadilla. Exhaló una fuerte bocanada de aire al
tiempo que se incorporó en la oscuridad, donde aún percibió
algunas secuencias residuales de la fantasmagórica alucinación, le
costó un poco situarse. El radio despertador marcaba las
02:00 de la madrugada. Rápidamente encendió la luz y se acercó al
cuadro, todo parecía normal. Las agujas del reloj de la torre
señalaban las doce en punto, y la niña estaba entre sus padres.
Descargó un suspiro de alivio y se quedó pensativo sin dejar de
observar a la niña, suponiendo que quizás se estaría obsesionando
demasiado... Entonces algo despertó su curiosidad, algo que al
principio le pareció una pequeña brizna sobre el lienzo. Buscó su
lupa, pero no la vio encima de la mesita, donde creía haberla
dejado. Registró por el salón y después ojeó en la cocina sin
conseguir encontrarla. Al volver a la habitación sacó sus gafas de
lectura del cajón, se aproximó y ajustó la distancia del cristal
para analizar con detenimiento un extraño objeto que tenía la niña
en una mano, cuando lo distinguió se le cayeron las gafas al
suelo..., el objeto esférico que sujetaba la niña con la mano
derecha, parecía una lupa.
Se
sentó a los pies de la cama frotándose las manos, después apretó
los puños con fuerza corroborando que estaba despierto, creyó estar
totalmente convencido de ello. Volvió a clavar sus ojos en la imagen
y la examinó con cierta indiferencia.
«Pero
¿cómo es posible?», se preguntó una y otra vez, la cabeza le daba
vueltas.
Abrió
la ventana y se asomó para respirar un poco de aire fresco. La luna
llena resplandecía en el oscuro cielo estrellado luciendo un
esplendoroso halo..., entonces tuvo una súbita revelación al
recordarse en esa misma situación la última vez que le pasó algo
parecido. Se volvió y contempló la pintura con atención... Cayó
en la cuenta de que le quedaban unos veintinueve días hasta que
volviera a suceder. Sí, era en noches de luna llena, aproximadamente
entre las doce y las dos de la madrugada cuando aquella imagen
parecía interactuar con la realidad, reflexionó.
«¿Y
si fuera una puerta, un vínculo entre las dos realidades?», se
planteó mientras una hipótesis descabellada se deslizó entre sus
pensamientos, una idea que sostuvo unos instantes y luego expresó en
un susurro que le causó un estremecedor escalofrío.
«¿Y
si pudiera entrar yo, a través de mis sueños?», concluyó al
tiempo que se le pusieron los pelos de punta. Era una posibilidad que
descartó en el acto y con rotundidad al recordar las tenebrosas
pesadillas..., aquellas criaturas espectrales no le inspiraron buenos
augurios, ni se le ocurriría intentarlo. Aunque la idea le
fascinaba, más aún le aterraba.
Aguardó
hasta el siguiente plenilunio mientras consideró las más diversas
conjeturas acerca de la naturaleza de aquel misterioso cuadro que
parecía estar encantado. En sí mismo no presentaba nada anormal,
era un simple lienzo engarzado a un marco de madera, eso sí, una
bella pintura que había conseguido cautivarlo hasta un punto
obsesivo; una imagen que desde el primer momento le resultó
fascinante, mágica. Sopesó la posibilidad de que tal vez se hubiera
dejado sugestionar por el esplendor de la obra... Eso, sumado a su
exaltado afán por poseer aquel logro artístico, para él
inalcanzable, podría haberle provocado aquellos inauditos estados de
conciencia. En el fondo deseaba que fuera así, que tan solo fuese
víctima de su frustración. Sus propios deseos se habían
transformado en delirios, unos delirios capaces de distorsionar su
percepción de la realidad recreando en su mente imágenes y
situaciones que no existían. Aunque había un pequeño detalle que
escapaba a toda lógica y echaba abajo toda explicación racional, un
detalle que a cada instante lo arrastraba más y más hacia el pozo
de la desesperación... El objeto que tenía la niña en su mano.
Aquella
noche la luna llena aparecía y desaparecía entre oscuros nubarrones
que se apelotonaban amenazando con descargar su furia en cualquier
momento. El paisaje nocturno, acariciado por una fuerte brisa,
parecía vaticinar malos presagios. Ander paseaba por la playa,
inquieto, aguardando a que llegara la hora, o más bien a que pasara
la hora pues no se atrevía a volver a su casa, no quería dormirse
esa noche y dejar que su imaginación, el maldito cuadro, o lo que
fuera le jugara otra mala pasada, aunque en el fondo sentía una
inevitable curiosidad por saber qué ocurriría en su habitación.
Dieron
las doce, las doce y cuarto, las doce y media..., deambulaba
arrastrando los pies entre la arena, enterrándolos cada vez más a
medida que su angustia aumentaba a cada minuto que pasaba. Las
campanas de la catedral sonaron a lo lejos en un único golpe que lo
sacó de su trance..., dieron la una de la madrugada, lo que tuviera
que suceder ya estaría sucediendo.
Contempló
el paseo de La concha, solitario en una noche como aquella. Tan solo
algún coche que pasara por la zona mostraba un atisbo de vida que al
poco desaparecía tras el Hotel Londres. Miró al otro lado, hacia la
zona del Bulevar... Una mujer caminaba despacio mientras su blanco
vestido ondeaba a merced de la brisa…, en ese preciso instante se
detuvo apostándose junto a la barandilla. Se fijó en ella con
cierto disimulo, la extraña figura lo dejó desconcertado, le
resultó incoherente. Agachó la cabeza y, con tranquilidad fingida,
se acercó hacia las escaleras, sacudió la arena de sus pies y se
puso las deportivas. Subió los escalones con lentitud y salió al
paseo mirándola de soslayo, entonces la mujer se volvió y empezó a
caminar en su dirección con elegante parsimonia. Ander ajustó su
gabardina y se dirigió hacia ella, intrigado; el corazón empezó a
latirle con fuerza al tiempo que su intuición le advertía lo peor.
A medida que se aproximaron el pecho se le fue comprimiendo hasta
dejarlo casi sin respiración. Su vestido blanco de otra época, sus
guantes y su paraguas le despejaron de toda duda... Había visto
antes a aquella mujer, montones de veces, sabía perfectamente de
quién se trataba..., era la misteriosa mujer del cuadro. Al pasar a
su lado los pies le flaquearon, se quedó atónito en el instante que
percibió su aroma, sutil y embriagador, su largo pelo negro
meciéndose con el soplo del viento. Ambas miradas coincidieron en un
segundo seductor al tiempo que un torbellino de sensaciones le
acribilló al contemplar su pálido rostro perfectamente moldeado. Su
piel parecía irradiar una luminosidad propia entre las sombras que
plasmaban la penumbra de su alma. Aquellos ojos oscuros, aquellos
rasgos formaban una expresión que le caló hasta lo más profundo de
su ser... En un arrebato detuvo sus pasos y se volvió
repentinamente, pero para su sorpresa la mujer ya no estaba, había
desaparecido. El eco de las campanas se perdió en el vacío de la
noche marcando el primer cuarto. Ander se deslizó por las calles del
casco viejo, enfrascado en sus pensamientos, anclados en aquella
mirada, en aquel hermoso espejismo.
Entró
en su casa y fue directo a su habitación. Encendió la luz y observó
el cuadro con sumo detenimiento, jadeante tras la presurosa
carrera... La mujer no estaba, se lo temía, y le angustiaba lo que
tenía que suceder de un momento a otro; ella tendría que regresar,
de alguna manera debía incorporarse a su realidad. Se propuso
esperarla, pasase lo que pasase, necesitaba verla de nuevo, descubrir
aquel secreto... Las campanas sonaron marcando los dos cuartos.
Inspeccionó de nuevo el cuadro, el reloj de la torre marcaba la
misma hora, todo lo demás parecía normal, excepto la mujer, que
seguía sin estar. Se asomó a la ventana y al escrutar entre la
penumbra vio cómo un gato negro cruzaba la angosta callejuela, la
tranquilidad astuta del animal lo apaciguó unos segundos. Advirtió
que estaba empezando a llover. Ander aguardó con desesperación al
tiempo que las campanadas marcaron los tres cuartos, cada minuto
ralentizaba aún más sus movimientos cautelosos..., y por fin, al
fondo de la calle, entre la bruma distinguió su elegante
semblante...
«¡Es
ella!», musitó
en una explosión emocional dentro de sí.
Observó
cómo se acercaba con el paraguas abierto apoyado sobre su hombro,
aunque no percibió ningún sonido en su caminar, elegante y
majestuoso. Parecía que aquella figura levitara. Detuvo sus pasos
frente al portal, se volvió inesperadamente y sus miradas
coincidieron un instante antes de entrar. No oyó el traqueteo de la
puerta, lo que sí escuchó de inmediato fue un chasquido a sus
espaldas..., al girarse dio un respingo hacia atrás. Ella estaba en
su habitación, justo en la entrada, mirándolo fijamente. Su
expresión era glacial, pero cautivadora al mismo tiempo. En ese
momento una extraña sensación lo envolvió hechizando su
convicción... Sus hipnóticos y profundos ojos negros, su tez pálida
y la belleza de su talante, una belleza salvaje que irradiaba fuerza
y poder.
Armándose
de valor se acercó hacia ella sin poder articular palabra alguna,
extendió el brazo y acarició su sonrosada mejilla sintiendo una
descarga... Las campanas comenzaron a sonar en la lejanía marcando
las dos en punto.
Al
día siguiente, el compañero de piso encontró a Ander tendido sobre
su cama, sin vida. Poco después el forense dictaminó que había
muerto de un paro cardíaco.
Cuatro
semanas más tarde, Héctor, el nuevo inquilino, se hospedó en
aquella misma habitación, era estudiante. Tras descargar el equipaje
se asomó a la ventana para contemplar un día espléndido, después
organizó la ropa y colocó sus libros en la estantería. Al meter
las maletas bajo la cama descubrió un objeto que había tirado en el
suelo, lo recogió y lo examino frunciendo el ceño en un gesto
interrogativo antes de guardarlo en un cajón de la mesita..., era
una simple lupa. Cuando se hubo acomodado decidió tumbarse un rato,
el viaje había sido agotador. Se quitó los zapatos para estirarse
sobre la cama, encendió un cigarrillo e intentó relajarse. Reparó
en el cuadro que colgaba de la pared y lo observó con suma atención
unos instantes hasta que, cediendo a la curiosidad, se acercó para
examinarlo con más detenimiento...
Contempló
aquel paisaje nocturno a orillas del mar… Los barcos atracados en
la dársena, los carruajes, la luna llena perfilando los montes, el
grupo de chiquillos correteando junto al muelle, la niña junto a sus
padres... Dos hombres en la puerta de un establecimiento desviaban
sus miradas hacia una pareja que pasaba por delante..., la mujer
vestía de blanco, llevaba una sombrilla en la mano, o un paraguas,
no lo distinguió muy bien. El hombre le pasaba el brazo por la
cintura... Miraban hacia el frente con cierto aire romántico, como
si contemplaran una estrella..., como si miraran hacia el cuadro
desde el otro lado... Las agujas del reloj de la torre marcaban las
doce en punto exactamente. Héctor se apartó del lienzo,
ensimismado, preguntándose qué lugar sería aquel, y que época...
Esa noche la luna llena brilló
esplendorosa en el cielo de San Sebastián.
EL REGRESO DE LA HECHICERA
SINOPSIS:
Tras atravesar una turbia etapa de
contrariedades, Juan, el protagonista de esta novela decide aislarse una
temporada. Encuentra una buena oportunidad y se muda a una antigua casa cerca
de Gijón. Al cabo de un tiempo intuye que no está solo en esa casa.
Comenzará a verse envuelto en una serie de sucesos insólitos que le
introducirán en un mundo surrealista, donde cada noche una extraña presencia
interfiere en sus sueños. A través de los sueños le revelará una trágica
historia ocurrida en aquel mismo lugar. Juan realizará su propia investigación, una investigación que le conducirá al
borde del abismo. Varios años después, descubre que la trágica historia que vio
en sus sueños sucedió realmente, cuyos hechos giran en torno a un proceso
inquisitorial consumado en el siglo XVI. Para su sorpresa descubrirá que la
extraña presencia también existió realmente, y que fue una de las víctimas
ajusticiadas en aquel proceso por brujería... A partir de ahí, su forma de ver el mundo cambiará por completo, más aún al
darse cuenta de que, sin saberlo, la presencia ha vuelto para formar parte de su
vida...
EL SEGUNDO INQUILINO: (Extracto de el regreso de la hechicera)
Noche tras noche, aquellos
sonidos espectrales e incoherentes se mezclaban con las angustiosas
pesadillas que se repetían cada vez con mayor intensidad y
contundencia. Temiendo que la soledad tuviera algo que ver con lo que
me estaba sucediendo decidí que lo mejor sería quedarme en Gijón
durante un tiempo. Me quedé en casa de mis padres y salí un poco
con la gente que conocía, amigos y algún compañero del trabajo. De
paso aproveché la oportunidad para saludar a Marta, una buena
amiga..., bueno, nos conocimos durante unas sesiones para el
tratamiento de la ansiedad que padecí tras el fallecimiento de mi
padre unos meses antes, aquello fue muy duro para mí. También me
ayudo con mi extraña fobia al agua, por aquel entonces era mi
psicóloga. Después salimos juntos durante una temporada, aunque fue
una relación relativamente corta. La rotura de esa relación fue uno
de los motivos que me empujaron a romper con todo definitivamente.
Ambos teníamos una personalidad fuerte, y en aquel momento creí que
éramos incompatibles en algunos aspectos. De ningún modo la culpé
a ella, ni a ningún echo en concreto por haber tomado aquella
decisión; simplemente me sentía desmoralizado y desbordado por los
reveses que estaba atravesando en un plazo tan corto. Perdí la
serenidad y creí que el mundo entero se me estaba echando encima.
Necesitaba huir y escapar de todo por un tiempo.
Tras dos o tres semanas retorné
a la normalidad, continuando con mis quehaceres y actuando como si no
hubiera ocurrido nada. Imaginaba que, después de todo, solo llevaba
unos pocos meses viviendo allí, y tal vez no estuviera acostumbrado
a estar en un lugar tan apartado del ruidoso tumulto.
Pasaron varios días hasta que
recuperé la serenidad y la confianza, en los que aproveché cada
minuto de mi tiempo libre para desembalar y organizar un poco las
cosas del trastero. Pero cuando casi había conseguido olvidarme del
asunto, un extraño y repentino acontecimiento me despojó de toda
duda...
Transcurrió otra ajetreada y
monótona jornada de la que retomé el camino a casa cansado del
trabajo. Conducía con cierto despiste
debido al aturdimiento, aun con las imágenes de los textos pululando
en mi memoria después de tantas horas sentado frente al ordenador.
Los veinte kilómetros de trayecto se hicieron interminables. Todavía
no conocía bien el camino, y la intensa lluvia hizo que me
desorientara y acabara desviándome un par de veces de la ruta hasta
que finalmente conseguí llegar. Como no era demasiado tarde pensé
que todavía dispondría de algún tiempo para revisar algunas
anotaciones después de darme una ducha y prepararme algo de cenar.
Al cabo de un par de horas mis
párpados comenzaron a cerrarse. Hice un último esfuerzo por
mantener la concentración y terminé de repasar unos apuntes en el
temario. Tras subrayar los asuntos mas prioritarios del día
siguiente di carpetazo. Subí un poco el volumen del televisor para
escuchar el boletín informativo de las doce. El parte meteorológico
anunciaba que se avecinaría mal tiempo para los próximos días, lo
que me causó cierto desánimo pues seguramente se me chafarían
algunos planes que tenía previstos para el fin de semana. Me levanté
del sillón con gesto de resignación y bastante aturdido, coloqué
las anotaciones en el maletín y lo dejé todo preparado encima de la
mesa. Subí a mi habitación y saqué otra manta del armario, hacía
bastante frío. Sin más, activé la alarma a las ocho en punto,
sintonicé un programa en el radio despertador, y por último el
botellín de agua, y un par de somníferos, como de costumbre. A
pesar de la fatiga no quería correr el riesgo de desvelarme.
Todo estaba en calma, tan solo se
escuchaba el golpeteo de las gotas de agua sobre el lloroso cristal
de la ventana. Al otro lado, el sonido de la intermitente pero
persistente lluvia moldeaba el silencio nocturno...
En mi mente se sucedían las
imágenes de los acontecimientos más significativos que tuvieron
lugar cuando vivía en la ciudad, justo antes de comprar la casa. Y,
aunque solo habían transcurrido unos meses y me situaba a unos pocos
kilómetros, más bien parecía que fuesen recuerdos de un pasado
lejano, acontecidos en un lugar remoto. En ese instante volví a
tener esa sensación de no saber con certeza qué diablos estaba
haciendo allí. Quizás me habría propasado demasiado al tomar la
determinación de aislarme, de vivir solo, pero por otro lado atendía
a mis razones.
Me pregunté si
estaría haciendo lo correcto o no. De todos modos, siempre había
deseado eso de “irme a vivir a una casita en el campo, sin que
nadie me moleste”, y cuando vi la oportunidad la aproveché.
Deseaba estar a mi aire, amparado y seguro en mi escondite, refugiado
tras mi empalizada. Allí podía estar a mis anchas, apartado del
tumultuoso y disparatado engranaje mediático.
La verdad es que necesitaba un
cambio, un periodo de intimidad y aislamiento que me ayudaría a
situarme mejor, reorganizar mis ideas y forjar nuevos planes de
futuro, nuevas estrategias.
Escuchando el hipnótico sonido
de la lluvia, que arremetía cada vez con mayor fuerza, me dejé
arrastrar por el sopor y comencé a sumirme en un profundo sueño, el
cual, todavía con algo de consciencia esporádica intenté
controlar, si el tema por el que se deslizara mi inconsciente tratara
sobre alguna que otra preocupación que hubiera podido surgir el día
anterior; di media vuelta o simplemente cambié de postura para
volver a retomar la placidez, finalmente cedí...
Caminaba entre la maleza al
tiempo que notaba una presencia detrás de mí. La presencia, a la
que no podía ver el rostro por mucho que lo intentaba, me iba
indicando por donde tenía que dirigirme, o me avisaba si en algún
momento teníamos que detenernos para precisar la dirección
correcta. Simplemente me limitaba a seguir el rumbo que marcaba con
su dedo índice cada vez que elevaba su brazo, y a deducir el sentido
de sus gestos. A medida que avanzábamos podía escuchar cómo me
susurraba algo al oído, pero no encontraba ningún significado en la
nota de sus palabras. Más que sus palabras, comprendía el lenguaje
de sus gesticulaciones. Puso su mano sobre mi hombro mientras me
conducía a través del tortuoso sendero... Nos abrimos paso entre la
espesa cortina de niebla, en algún punto en el interior del espeso
bosque, tan solo iluminados por la tenue claridad de la luna llena.
Entre la penumbra se podían apreciar algunas sombras ocultándose
tras los árboles; se deslizaban con suma rapidez a nuestro
alrededor, pasando de un árbol a otro con sigilo, parecían
seguirnos. Yo las observaba con cierta inquietud, y creía escuchar
sus murmullos. Estaba un poco asustado. Todo parecía muy extraño e
incoherente. Aunque la presencia, no sabía por qué, me hacía
sentir cierta seguridad dentro de aquel inhóspito lugar encantado.
Al salir de la espesura me di
cuenta de que el cielo estaba empezando a clarear, y la niebla se iba
disipando dejando al descubierto el inmenso valle. Las oscuras
siluetas se quedaron atrás, ocultas en la oscuridad. Al fondo, el
sol anaranjado asomaba entre las montañas tiñendo el cielo con una
tonalidad ambarina que evocaba tristeza, tragedia. La humeante bruma
comenzó a brotar entre la húmeda vegetación al contacto con los
primeros rayos solares...Volví a sentir su mano sobre mi hombro y
proseguimos el camino ladera abajo. A lo lejos se podían distinguir
algunas casas del pueblo, y el campanario de
una iglesia. En ese preciso instante la nostalgia saboteó mi
curiosidad, y en mi pecho empecé a sentir el cosquilleo de mil
emociones reprimidas. Tuve el presentimiento de que nos
encontraríamos con alguien, alguien a quien seguramente había
conocido en el pasado. No sabía exactamente de quién se trataba, o
no lo recordaba, no estaba seguro. Pero en las palabras abstractas
que pronunciaba mi extraño acompañante creí distinguir un nombre
que me sonó de algo... De repente una extraña sensación se apoderó
de mí..., la angustia se volvió abrasadora... Intuí que había
pasado algo malo...
De pronto abrí los ojos y aspiré
una fuerte bocanada de aire. Me recosté sobre el lado izquierdo y me
mantuve quieto unos segundos hasta que conseguí despejarme. Solo
miré fijamente hacia la ventana mientras repasaba cada detalle que
pudiera recordar. Las imágenes del sueño se fueron diluyendo entre
la oscuridad de mi habitación, aunque la ansiedad aún persistía.
Giré la cabeza inconscientemente y comprobé que detrás de mí ya
no había nadie... Sentí cierto alivio al situarme de nuevo en la
realidad...
– Otra vez la maldita
pesadilla – musité mientras me frotaba los ojos. Cogí el botellín de agua y le di un
par de tragos, luego esperé un tiempo prudencial e intenté pensar
en otra cosa. Las lejanas campanadas precedieron al informativo de
las dos. Apenas presté atención a las noticias. Bajé un poco el
volumen del aparato hasta dejar un tenue murmullo radiofónico de
palabras casi ininteligibles. Aquel leve sonido me reconfortaba,
hacía que me sintiera menos solo. Di media vuelta y me escondí
entre las sábanas... Las imágenes inconexas reaparecieron, y volví
a situarme ante el melancólico paisaje, junto a la extraña
presencia, en el mismo camino...
Después de atravesar una
estrecha y cavernosa gruta llegamos al río. Conocía esa zona,
estaba cerca de mi casa, pero el escenario era muy diferente, lo
notaba algo más desolado, grisáceo.
No muy lejos divisé a un grupo de
gente, era la gente del pueblo. Se encontraban en la orilla,
conversando entre ellos..., por sus gestos deduje que estarían
discutiendo por algún motivo. Señalaban hacia el río, en donde
flotaban trozos de madera alrededor de lo que parecía la quilla de
una pequeña embarcación medio hundida.
La ansiedad comenzó a
engullirme de nuevo a medida que me acercaba. Me detuve a una
distancia prudencial. En aquel instante pude observar como, a los
pies de aquellos hombres,
comenzaron a chapotear unos cuantos
peces que parecían haber salido solos del agua, una vez fuera
aleteaban agonizantes ante el asombro del grupo.
Al reparar en mi presencia el
grupo cesó el murmullo, todos dirigieron su mirada hacia mí.
Advertí una temerosa expresión en sus rostros que fruncían el
entrecejo, observándome fijamente. Me sentí acribillado por sus
miradas, y un azote de culpabilidad me atrapó llevándose con sigo
todas las demás emociones. Inesperadamente, detrás del tumulto
apareció una joven de tez pálida, con el pelo negro y de semblante
esbelto a la que creía conocer, su cara me resultaba muy familiar.
Sorprendido, vi que hacía el gesto de llamarme. La presencia, que
aún seguía detrás, me incitó a que avanzara hacia ella. Me
aproximé con cierta cautela hasta situarme a su lado. Cogió mi mano
y tiró de mí para que la siguiera. Aunque sentí cierto temor,
accedí. Avanzamos por la orilla del río y dejamos atrás al grupo
de gente. Un poco mas adelante nos introducimos en un desfiladero
donde la luz disminuía a causa de la densa vegetación. Durante el
trayecto seguía percibiendo la presencia a mis espaldas. En ese
preciso instante empecé a dudar, el miedo instintivo afloró en mi
interior... Quería soltar su mano, pues ignoraba hacia donde quería
llevarme y con qué propósito.
Justo en ese momento desperté
lleno de angustia, con el cuerpo empapado en un sudor frío,
sumido en ese estado en el que aún no
estaba convencido de si realmente estaba despierto; algunas imágenes
del sueño seguían barajándose en mi mente... Tras unos segundos
me despejé e intenté girarme para cambiar de postura, entonces
noté algo extraño... Instintivamente miré a mi derecha, pero solo
distinguí la forma de algunos objetos en la penumbra. Estaba
convencido de que había despertado, aunque todavía seguía notando
una ligera presión... ¡Como si alguien continuara sujetándome de
la mano!... Intenté mover el brazo, pensé que quizás se me abría
quedado dormido, entonces sentí como la presión se hizo más
fuerte... ¡De repente algo tiró bruscamente de mi!...
En un sobresalto, hice un forcejeo
para liberarme de aquella misteriosa fuerza al tiempo que me
incorporé de inmediato mirando hacia todas partes, asustado y
claustrofóbico. Aquella fuerza inexplicable casi consiguió sacarme
de la cama...
La radio seguía encendida,
emitiendo el boletín informativo. Los dígitos azules del reloj
marcaban las tres y dos minutos de la madrugada. La incertidumbre y
el pánico me mantuvieron paralizado unos instantes con el corazón
muy acelerado.
Miré hacia la entrada de mi
habitación, con el pensamiento desorbitado, todavía sumido en aquel
impresionante sueño que por primera vez recordaba con plena nitidez.
Aún podía observar con cierto asombro la silueta de la delgada
muchacha. La imaginaba allí mismo, en mi habitación, apoyada con
gesto pícaro sobre el marco de la puerta, observándome...
Me froté los ojos y me quedé
inmóvil, sin pestañear, asegurándome de aquello que me estaba
dejando helado, perplejo y sin capacidad de razonamiento alguno... La
duda comenzó a asaltarme de nuevo haciendo que mi respiración se
ralentizara hasta detenerse por completo... Aunque lo intenté, no
fui capaz de mover ni un solo musculo...
La extraña figura que momentos
antes creí imaginar, seguía allí... Al principio no le di ninguna
importancia al suponer que solo era fruto de mi imaginación; una
simple imagen residual de la impactante pesadilla que me cegó hasta
el alma.
Mi desconcierto aumentó segundo tras
segundo a medida que advertía mayor realismo en aquella persistente
imagen que parecía ser real, se mantenía estática... ¡Estaba allí
mismo!
La tenue claridad que entraba por la
ventana revelaba sus fantasmagóricos contornos como si fuese una
proyección. Incluso podía apreciar sus parsimoniosos movimientos.
El espanto inundó todos mis sentidos en aquel instante, mientras
observaba con detenimiento y extrañeza aquel espectro que parecía
mirarme fijamente...
Mi pulso se aceleraba a cada segundo
que transcurría. Pensé en la posibilidad de que fuera alguna
alucinación, o que realmente se tratara de alguien que se hubiera
colado en mi casa, pero, ¿Quién podría haber cometido tal osadía?
Extendí el brazo con sigilo y
busqué el interruptor de la lámpara de la mesita. Con la mano
temblorosa tanteé a ciegas sin poder encontrarlo hasta que, empujado
por la desesperación, giré de un brinco, agarré la lámpara y...
Por fin la luz se encendió. Cuando volví a mirar, la misteriosa
imagen había desaparecido, allí no había nadie. Sentí un gran
alivio y mis pulmones descargaron un fuerte suspiro de tranquilidad
mientras me repetí a mí mismo varias veces: “Todo ha sido un mal
sueño, una simple pesadilla, nada más”.
Deambulé el resto de la noche
por el salón, con las luces encendidas, la televisión puesta y una
taza de café, que temblaba entre mis manos. De vez en cuando me
asomaba por la ventana, había
dejado de llover y el cielo estaba casi
despejado, dejando ver, entre algunas nubes, el tenue y parpadeante
brillo de algunas estrellas, la luna se ocultaba tras los montes...
No conseguí salir de mi asombro
ante lo ocurrido, no pude darle explicación alguna. Tras un buen
rato andando de un lado para otro acabé recostándome sobre el sofá
en compañía de Bob. El animal estaba muy nervioso y atento, parecía
que él también hubiera visto algo.
Permanecí frente al televisor, sin
prestarle atención. De vez en cuando, con cierto espasmo dirigía la
mirada hacia la parte de arriba de las escaleras donde se situaba mi
dormitorio. No logré descansar desde aquella espeluznante visión
salvo un par de horas, sin llegar a dormirme del todo.
La alarma del radio despertador
se repetía una y otra vez, e insistentemente volvía a desconectarla
de nuevo hasta que en un movimiento torpe tiré el aparato sobre la
alfombra. Tanteando con los ojos casi cerrados lo recogí y miré la
hora, ya eran más de las ocho y media. Me incorporé de un salto y
me vestí presuroso. Llegaría media hora tarde al trabajo, cosa que
sin duda achacaría al tráfico y a la distancia de mi nuevo
domicilio si llegara el caso de que tuviera que dar alguna
explicación. No obstante, cuando entré en el edificio deambulé con
rapidez y sigilo por los pasillos. Cogí el ascensor y subí a la
tercera planta, accediendo a la cuarta por las escaleras para no
pasar por delante del despacho del subdirector y así evitar el
posible encontronazo. Recorrí con naturalidad el último tramo de
pasillo y por fin llegué a mi departamento...
Ese día me sentí un poco
desorientado y algo aturdido. Por mucho que me esforcé en mantener
la concentración, no pude evitar que mis pensamientos repitieran una
y otra vez la misma escena en mi cabeza, tan solo interrumpidos para
volver a recrear el curioso sueño. Necesitaba convencerme de que
todo había formado parte de la misma pesadilla, una escalofriante
pesadilla que pareció ser demasiado real.
Intenté buscarle a todo aquello
una explicación lógica y verosímil. Por otro lado, sentía en todo
momento la sensación de haber visto antes a la misteriosa muchacha.
Por mucho que me empeñara en olvidarme de ello, no podía evitar la
tentación, sentía ese cosquilleo de la curiosidad. Realmente su
imagen me resultó muy familiar, la tenía al filo de la memoria...
Varios días después, sin
esperarlo, me sobrevino por sorpresa un pensamiento fugaz. Una visión
del pasado se abrió paso desde mi rincón de recuerdos olvidados...
Aquellos rasgos, aquella mirada..., evocaban a la delgada muchacha
con la que soñé aquella noche.
Aquella mañana me encontraba
justo en la parte trasera de la casa arrancando unos cuantos
hierbajos y jaramagos que sobresalían de las grietas en una vieja
acequia. Por casualidad descubrí unas cuantas amapolas que
curiosamente parecían haber crecido sobre una roca, me acerqué
hacia ellas y las observé detenidamente... En ese instante, una
sensación espontánea me dejó absorto, con la boca abierta y la
mirada perdida... De golpe comenzaron a fluir las imágenes... Dejé
que aquel recuerdo surgiera por si solo, sin forzarlo, por miedo a
perderlo. Fue como un déjá vu. Aquellas vagas imágenes de mi niñez
aparecieron en mi mente con cierta dificultad. Una tras otra, las
escenas se fueron ordenando por si mismas hasta que adquirieron
sentido en una sola secuencia que me sorprendió, los ojos se me
abrieron como platos...
Seguramente se trataba de uno de
aquellos domingos que solíamos ir toda la familia a pasar el día a
la orilla del río, mi padre era muy aficionado a la pesca..., yo
solía escabullirme para ir a jugar por el bosque, junto al
arroyuelo...
A veces me encontraba con una
muchacha por el camino, era alta y delgada, con el pelo largo y oscuro. En una de aquellas ocasiones, al pasar a mi lado me saludó
sonriente, se agachó para
darme un beso en la frente y me
preguntó que hacía allí solo. Arrancó unas cuantas flores que
había
a su alrededor, formó un pequeño
ramillete y me las ofreció... Las flores eran de color rojo, como
las efímeras amapolas... Acarició mi mejilla y volvió a besarme,
después me sugirió que volviera con mis padres. Al instante se dio
media vuelta y continuó su camino mientras entonaba un dulce
cántico... Observé como se alejaba... Se giró y levantó su mano
para despedirme. La dulce melodía se fue disolviendo en la
distancia... Su larga melena negra ondeaba a merced de un viento que,
repentinamente, para mi asombro, pareció llevarse la delgada figura
con sigo, o eso me pareció, simplemente se desvaneció, sin más.
Creí que podría ser un hada, como las de los cuentos. Volví a
mirar las flores, pensativo, después regresé junto a mis padres.
Creo que aquella fue la última vez que la vi.
Una leve sonrisa se dibujó en
mis labios... Supuse que aquel pequeño detalle, cuando la vi
desaparecer, me lo habría imaginado. En la mente de un niño de unos
cinco años todo es posible.
Aquellas escenas me dejaron un
poco desconcertado pues se me antojaba su parecido. Pero de aquello
hacía ya demasiado tiempo, y era prácticamente imposible que aquel
recuerdo surgiera de mi subconsciente así como así, y menos aún
que pudiera ejercer tanta influencia sobre mis sueños. No tendría
ningún sentido, por lo que en aquel momento no le di mayor
importancia.
Llevaba un tiempo sintiéndome
raro, aturdido, notaba algo diferente en mí. Comencé a tener
migrañas y algunos altibajos de tensión. Me hice varios chequeos,
pero aparte de tener la tensión un poco alta todo lo demás estaba
normal.
Óscar, un compañero del trabajo y
amigo desde el instituto fue el único que se percató de que me
sucedía algo, me notaba cambiado. Un día coincidimos casualmente en
la cafetería de la empresa. Hacía tiempo que no nos veíamos, y
nada más encontrarnos casi se me echó encima. Después de
saludarnos me observó detenidamente de arriba a abajo, frunció el
entrecejo y me preguntó si me encontraba bien, me veía un poco
pálido y algo más fatigado que de costumbre…
– ¿Pero, dónde te metes? –
preguntó mientras pasaba su brazo sobre mis hombros y me estrechaba
la mano con fuerza– . Hace semanas que no te veo el pelo.
– Bueno, que
te voy a contar que tu no sepas... He estado bastante liado con la
actualización de varios programas de cálculo y…, todavía sigo
con el tema de la mudanza, de aquí para allá, lo de siempre.
Además, la distancia me lo hace todo un poco más complicado...
– ¿Todavía sigues con la mudanza? ¡Caramba, pero si
llevas meses!
– Es que entre unas cosas y otras
apenas he tenido un segundo de respiro –expliqué sin mucho afán.
– Ya veo, menudas ojeras que tienes
amigo – adujo– . Deberías descansar más.
– Lo sé, pero sabes que cuando me
empeño en una cosa no paro hasta que la termino, ya me conoces. –
El encuentro me pilló totalmente desprevenido y me quedé con la
mente en blanco. No supe que otra cosa decirle, por lo que recurrí
torpemente a las mismas excusas que ya había utilizado
anteriormente. Al ver la típica expresión de extrañeza en su cara
deduje que en aquella ocasión no logré convencerle del todo...
– ¿Cómo está Gloria? – pregunté
intentando desviar la conversación.– Como siempre, ya sabes, ocupada
con sus cursillos. Ahora está de viaje, en Madrid. Se ha ido con
una amiga a ver a un monje hindú, para instruirse en no se que
técnicas de relajación. Te manda muchos recuerdos. Haber si te
pasas por casa algún día, tiene ganas de verte.– En cuanto termine con todo este
trajín será lo primero que haga. Dale un fuerte abrazo de mi
parte, ¿vale?– Descuida, se lo daré.– Marta me ha llamado varias veces
preguntando por ti. Yo también te he estado llamando. ¿Por qué no
contestas al teléfono?
–De veras que lo siento, pero es que
últimamente ando un poco despistado, además, necesito un
poco de espacio para organizarme. Lo
nuestro no ha ido demasiado bien que digamos y..., bueno,
me está costando superarlo.
–Tal vez deberíais hablarlo, no sé,
aclarar las cosas y comenzar de nuevo. Está muy preocupada por ti,
deberías llamarla... ¿Seguro que estás bien? – volvió a
preguntarme al tiempo que me escrutaba con ojos analíticos–. Sabes
que si me necesitas puedes contar conmigo, para lo que sea.
–Te lo agradezco, pero no te
preocupes, estoy bien, de veras, es simplemente que ando un poco
cargado, eso es todo. Cuando acabe con la mudanza te llamaré, ¿vale?
–le dije mientras miraba el reloj, después me despedí aparentando
tener prisa. Él se quedó allí, mirándome con extrañeza y un poco
sorprendido por mi actitud evasiva.
A pesar de la gran pesadumbre y
confusión que arrastraba era incapaz de encontrar ningún argumento
coherente con el que poder explicarle a nadie lo que me estaba
ocurriendo, ni yo mismo lo entendía.
Sentí la tentación de llamar a
Marta por teléfono, necesitaba hablar con ella y explicarle lo que
me estaba sucediendo, pero que iba a decirle, ¿Qué me estaba
volviendo un paranoico? Estuve a punto de marcar su número varias
veces, pero las dudas me asaltaban en el último segundo y colgaba.
Decidí darle a todo un poco más de tiempo.
Una noche tras otra, aquellos
incoherentes sonidos seguían desgarrando el silencio cada vez con
mayor violencia... Chasquidos por doquier, ventanas que se habrían
solas, golpes en el trastero, sillas arrastrándose por el salón,
gemidos extraños... Paulatinamente, los ecos espectrales iban
adquiriendo forma en mi mente; la forma invisible de alguien que me
incordiaba en la oscuridad intentando taladrar mi cordura, a veces,
incluso conseguía despojarme de la razón.
Durante el día la situación se
hacía más sostenible, aunque no menos inquietante. A veces me
sorprendía a mi mismo girando sobre mis talones de un golpe al
presentir que había alguien a mis espaldas, cerrando las puertas a
mi paso o subiendo el volumen del televisor. Pero por mucho que
intentara evadirme y centrarme en mis asuntos, mis sentidos seguían
captando una presencia, intuía que no estaba solo en la casa, de
hecho, estaba casi convencido de ello. Aun así me negaba a
reconocerlo. Aquella incertidumbre era lo que más me exasperaba, me
sentía ridículo y abrumado.
Así pasé varias semanas, hasta
que en un momento determinado, para mi propia sorpresa, comencé a
experimentar como una inexplicable serenidad fue envolviéndome. No
entendí la razón de aquella repentina mutación en mi
comportamiento; me estaba habituando a aquellas extrañas
circunstancias casi sin darme cuenta, y poco a poco dejé de
atormentarme a su capricho. A medida que mis temores fueron
desapareciendo empecé a sentir cierta curiosidad. Quería descubrir
lo que estaba sucediendo.
Un día por fin decidí hacer
frente a los hechos, analicé la situación paso a paso. En resumidas
cuentas, todo debía de tener alguna explicación.
De lo que cada vez tenía más
certeza, era de que a esas alturas no debía sentir ningún miedo,
pues fuera lo que fuere, incluso teniendo en cuenta esa absurda y
descabellada posibilidad, si quisiera hacerme daño ya me lo habría
hecho. ¡Sí!, esa macabra probabilidad, y porqué no. ¿Por qué
tendría que ser una locura el contar con esa otra alternativa? Allí
estaban sucediendo cosas insólitas, cosas de las que yo era
consciente y que no tenían otra explicación. ¿por qué no intentar
enfocarlo de ese otro modo?
Entonces lo vi todo muy claro, intuía
lo que realmente podría estar ocurriendo. Si lo miraba desde esa
perspectiva todas las piezas encajaban...
–“Aquí hay algo más... Aquí hay
alguien más”–. Aquellas palabras surgieron de mi interior como
un gesto inconsciente que me proporcionó cierto desahogo. Necesitaba
auto convencerme de ello.
A partir de ese mismo instante decidí
enfocarlo todo desde otro ángulo...
Volvieron a mí esas oportunas
conclusiones que en un principio intenté eludir atendiendo por todos
los medios posibles a la lógica establecida, reacio a tan solo
planteármelas, pues entonces me parecieron algo extravagante y
disparatado.
Todos los síntomas que padecía,
las irregularidades de las que fui objeto, respondían en toda regla
a esa “otra lógica”. Y como por arte de magia, como por acción
de algún conjuro, un gran alivio encendió en mi interior una chispa
de claridad. Es más, vislumbraba en ello una gran oportunidad que el
propio destino me brindaba. En el fondo sospechaba que, de alguna
manera, ella podría ser...”Real”
RELATOS Y REFLEXIONES
BUSCANDO UN CAMINO HACIA LA CLARIDAD
Intento guardar las apariencias a medida que me aventuro a deambular por sendas y lugares desconocidos, pero aun así, a cada segundo que transcurre sigo queriendo tomar forma dentro de este maremágnum de opciones, dentro de esta especie de laberinto oscuro.
Ahora me doy cuenta de que durante todo este tiempo he escuchado sola y únicamente la voz de mis propias obsesiones, o quizás de mi propio ansia, cometiendo la osadía de creer que he tomado el camino correcto. Un camino que de nuevo me ha llevado hacia ninguna parte..., tal vez hacia esos instantes que una vez soñé, simples fantasías. ¿De dónde, de qué parte de mí surgió esa sensación, ese impulso al que he obedecido incondicional y ciegamente? "¿Porqué tuvo que sucederme a mi?" Me pregunto a medida que sigo avanzando, cometiendo una y otra vez los mismos errores a cada paso que doy. Pero hay algo en mi interior que me obliga a continuar, aun a coste de tener que reprimir muchos de mis deseos, ya que sé que aún es muy pronto para saber gozarlos en toda su plenitud, ni siquiera el alba ha despuntado para que sea capaz de valorar el trecho recorrido.
De pronto detengo repentinamente mis pasos; reflexiono, e intento recordar desde dónde he venido, que dirección he tomado para llegar a donde estoy, recojo los instantes positivos y reanudo de nuevo la infatigable marcha pensando en la nueva lección aprendida.
Entre otras cosas, descubrí que para poder descifrar el porqué de algunas incógnitas, o incluso ver en mi propio interior, no he necesitado de ciencias ni religiones, ni tampoco de enseñanzas, sino del "Don" más antiguo que existe, el propio instinto.
En cierta manera he comprendido que, a cada paso, algo en mi interior ha ido transformándose de forma evolutiva, para mi propia sorpresa y asombro; ¡yo, que creía conocerme a mí mismo!
Siento como si pudiera moldear mis propias emociones, aquellas emociones de las que era esclavo, que terminaban enturbiando y confundiendo mis sentidos en la orientación. Ahora creo ver mi rumbo con más claridad y determinación, ya que he dejado de creer en espejismos materiales...Ahora, sabiendo que no me queda nada que perder, no temo la locura ni la cordura, pues he dejado de ser objeto de catálogo. La necesaria soledad y aislamiento que me impuse me eximen de toda posibilidad de comparación, por lo tanto, he dejado atrás la envidia y la codicia. Mis ambiciones deben situarse por encima de todos esos valores deshonestos y mundanos.
Y continúo el largo camino, con la mirada puesta en el horizonte, exento de magos que intenten promulgar vanas emociones; ahora sé que solo necesitaba de la naturaleza, del aire, tierra, agua, calor...y un sueño, algo que parezca inalcanzable, un verdadero desafío que por fin despertara mi curiosidad e intriga, algo que verdaderamente valiera la pena y aliviara mi agotamiento. Algo tan grande que pudiera eclipsar a todos mis demonios, e incluso que me otorgara un nuevo Dios.
Ahora que al menos creo haber despertado, ¡corro desesperadamente en busca del tiempo perdido!, de las respuestas que tanto ansío, de esa simple verdad...
Ahora, sintiéndome cazador y no presa de un destino.
He buscado en los confines de la razón, atendiendo a la sensatez obvia, y sigo avanzando cauteloso, con cierta prudencia. Sé que con el tiempo y la propicia madurez podré descifrar el motivo de mis inquietudes. Hasta ese momento ansiado debo continuar solo mis andanzas, perdido en un único sendero que me guiará hacia no sé qué confines, dejando por propia necesidad mis burdas opiniones.
Algunas veces pienso que alguien me ha maldecido. Recuerdo a duras penas aquella vida que una vez tuve, y a la cual renuncié no sabiendo entonces lo que hacía. Pero en resumidas cuentas, sé que todo esto debe de tener algún sentido, ha de tener algún significado, y eso es lo que precisamente me desconcierta, me incomoda, me da verdadero miedo; es el único motivo por el cual en mis sueños tengo una y otra vez esa misma angustiosa pesadilla; con la caída hacia el vacío infinito. Sintiendo que estoy a punto de precipitarme al abismo, experimentando ese vértigo, sin encontrar ninguna mano a la que poder agarrarme, sin ningún lugar donde esconderme y así encontrar algo de refugio. Después, solo oscuridad... Despierto repentinamente sintiendo gran pavor. Empapado en un sudor helado, observo aún las imágenes residuales de la espantosa visión que me caló hasta el alma.
Pero, ¿Cómo hubiera podido predecir que el destino me podría deparar esto?. Yo no lo elegí, por qué yo, si no lo quería; quienes se creen que son para tan siquiera condenar a un inocente imponiéndole estas directrices y utilizarle a su antojo. Luego, el desaliento, pensando en recurrir a la sumisa y burda suposición de que quizás todo sea mera patraña. No, me niego rotundamente.
Continuo caminando hacia el horizonte, hacia ese lugar que aún no puedo divisar con claridad; el alba aún no ilumina el sendero. Tan solo me acompaña el nimio recuerdo de una melodía, una dulce melodía que de vez en cuando me hace sentir la ilusión de saber que aún sigo siendo humano... Ahora siento algo de familiaridad dentro de este entorno lleno de penumbra, que no es sino un transcurso de emociones que se han ido plasmando en mi propia realidad, y es donde poco a poco he podido descubrir mi fuerza... Para poder comenzar la búsqueda de un camino primero hay que estar verdaderamente perdido.